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Cuando en pocos días alguien se vuelve especial para mí, en cualquier aspecto, acabo pensando que el mundo es fácil de vivir. Sin embargo, solo con suerte se consiguen amigos que den más de lo que algún día puedas devolverles. Por otra parte: ni la insistencia, ni el apego, ni el amor siquiera, serán capaces de crear lazos tan fuertes como estos; lazos que dejarán una gran marca en mi piel al alejarse y estirarse, al querer desaparecer. En este siglo en el que las distancias se miden en tiempo, es muy fácil ir dejando atrás amistades que, poco a poco, hacen tiras en mi piel para vivir dentro y hacerme llorar cada noche en una cama vacía de sensaciones nuevas. Si en la opinión de alguien, existe un método para olvidar ese dolor bajo la ropa, que lo explique al mundo, yo seré de los primeros en intentar no sufrir. Mientras tanto miraré el tablón de las fotos, donde las personas importantes aguardan inmóviles el brillo de otra lágrima.