25 de enero de 2010

Distancia entre almas

No estar. Sentir orgullo y admiración por alguien a quien ya conoces. Lo vi reír, respirar, caer, soñar… y de repente ocurren cosas que cambian mi punto de vista. Actos desencadenados e imponentes que lo agitan todo, como la sal en los acantilados. Veo como es capaz de sorprender a los más altos cargos de algún infierno con un discurso sobre el tiempo y sus consecuencias. El trabajo diario se refleja en la pared como un grabado para la historia… y yo no estoy. Me llegué a sentir como un fan entre la multitud: lo veo pero sé que estoy lejos, muy muy lejos.

Mis ojos derritieron la nieve al saber que todo salió bien: que los aplausos fueron de pie, las sonrisas sinceras y la emoción amistosa. Me veo a través del tiempo y los espejos (que no mienten) para hallar una nueva imagen. Una foto pésima, que se diezma a medida que aumenta la distancia. Después me siento estúpido oyendo al viento hablar de lo que yo quiero y no tengo.


No creo en leyes ni el dinero, no obedezco a dioses ni credos, ni sigo encontrar el hades o el cielo, pero sigo encontrándome lejos, muy muy lejos. Y espero la vejez de cada noche para que la sal de cada nuevo día me salude en las mejillas cuando sonrío. Así consigo mirar al futuro donde hallo a divisar esa cita que está menos lejos, mucho menos lejos.

Felicidades hermano!!!

15 de enero de 2010

Pensando menos lejos


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Siento haber abandonado éste mi blog por un tiempo, pero estuve gastando la inspiración en otros lados.

Esperar demasiado. He llegado a sentir nostalgia de mí. Me echo de menos cuando no parezco ser yo. Transformo mi parecer sin querer y eso me hace débil frente a mi “yo” que vive seguro de sí mismo. Y cuento hacia atrás para par llegar siempre al principio; y elegir la segunda opción en vez de la errónea primera. No es que me arrepienta, sólo son dudas como: “…¿debí haber escrito antes?...” ”…si esto fue ben, ¿podría ser mejor?...”
La cantidad de posibilidades que nos ofrece el siglo XXI en cualquier campo nos ha convertido en ludópatas. Adictos y afanados a ganar más y más. No apreciamos los pequeños logros, que son solamente gasolina para nuevas y arriesgadas carreras. No nos conformamos con poco y olvidamos hace tiempo la palabra “suficiente”. Siempre más, a riesgo de perecer en cada nuevo intento.
Posiblemente es mejor bajar el listón y disfrutar todo lo que nos encontramos en las calles, y lo que pateamos por las aceras. Las relaciones que no valoramos, el tiempo que se gasta, la nieve, un chiste, la comida, el calor de alguna compañía, el frío del agua que nos despierta, el tacto del boli en el papel, cada cosa nueva que aprendes antes de ir a dormir otra vez...
Todo cuenta si queremos, y todo se descuenta si solo contamos los fracasos hacia una meta demasiado elevada; más allá que los sueños.