No estar. Sentir orgullo y admiración por alguien a quien ya conoces. Lo vi reír, respirar, caer, soñar… y de repente ocurren cosas que cambian mi punto de vista. Actos desencadenados e imponentes que lo agitan todo, como la sal en los acantilados. Veo como es capaz de sorprender a los más altos cargos de algún infierno con un discurso sobre el tiempo y sus consecuencias. El trabajo diario se refleja en la pared como un grabado para la historia… y yo no estoy. Me llegué a sentir como un fan entre la multitud: lo veo pero sé que estoy lejos, muy muy lejos.
Mis ojos derritieron la nieve al saber que todo salió bien: que los aplausos fueron de pie, las sonrisas sinceras y la emoción amistosa. Me veo a través del tiempo y los espejos (que no mienten) para hallar una nueva imagen. Una foto pésima, que se diezma a medida que aumenta la distancia. Después me siento estúpido oyendo al viento hablar de lo que yo quiero y no tengo.
No creo en leyes ni el dinero, no obedezco a dioses ni credos, ni sigo encontrar el hades o el cielo, pero sigo encontrándome lejos, muy muy lejos. Y espero la vejez de cada noche para que la sal de cada nuevo día me salude en las mejillas cuando sonrío. Así consigo mirar al futuro donde hallo a divisar esa cita que está menos lejos, mucho menos lejos.
Felicidades hermano!!!