25 de febrero de 2010

Gris monotonía en un mundo acelerado


Camino por una ciudad hundida en el sigilo. Todos andan en silencio mirándose unos a otros y queriendo hablar. Sin parar, miro en los charcos que dejó la lluvia mi reflejo solitario. Y no acierto a saber el por qué seguimos callados, intentando comunicarnos con los labios sellados. Solamente me paro en medio de un paso de peatones lleno de palabras atropelladas.
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Y desde la acera alguien me mira y siente compasión de mí, luego sonríe, saluda lento, agacha la cabeza y reinicia su viaje a ningún lugar, rodeado de nadie y con cara de decepción. No le gustó recordar lo que sucedió cuando intentaba frenar el mundo con sus gritos de libertad. Y no quiso ver como el nuevo sonido de los coches me atropellaba antes de llegar a la muda acera, que me arrastra gris, sin colores ni emoción. ¿Cuántos han intentado parar esta rueda que solo acelera y luego han desistido? ¿Desistiré yo?



Cansados de recibir golpes, nos acoplamos a los movimientos de las personas, el sol, las bicis… y las ruedas.Y no hay sonidos, porque nadie compone nada basándome en este ritmo. 
Se escuchan murmullos de poetas solitarios y se oyen las gastadas palabras de gastados políticos. Dedicadas a los que van a los parques a ver como las flores se escapan de tanta estrella y tanto control.


Por ahora consideraré banda sonora todo lo que colorea esta ciudad. Y si la sociedad se empeña en ahorrar y vestir de gris, pues esperemos que no se nos gaste la ropa al lavarla. Seré feliz con los que se apasionan cuando se desvisten de indiferencia y se abrigan de nuevas ideas para pasear a mi lado.